lunes, septiembre 05, 2011

Auscultando a la monarquía: El discurso del rey


Título: El discurso del rey
Director: Tom Hooper

Hay películas donde un profesor veterano debe enseñar a algún estudiante díscolo,  generalmente en un contexto institucional rígido donde la pedagogía del maestro es extraña y hasta cómica.  Al final,  la clase se convierte en una lección de vida porque el estudiante debería aprender a aceptarse,  a confiar en sí mismo y a ser libre.

Este argumento desarrollado en películas tan disímiles como La sociedad de los poetas muertos,  Los coristas  o Estrellas en la tierra,  es narrado nuevamente pero en un contexto importante para la historia del siglo XX,  la entronización del rey  Jorge VI de Inglaterra.


Cuando el rey Jorge V  muere,  el hijo mayor hereda el trono como Eduardo VIII,  pero abdica para casarse con una mujer divorciada.  Alberto,  el hijo menor que desde niño fue frágil,  tímido y tartamudo se convierte en el nuevo rey de Inglaterra Jorge VI y debe asumir los destinos de una nación que entrará a la segunda guerra mundial.

El discurso del rey cuenta la historia del logopeda Lionel Logue (Gueoffrey Rush) quien ayudó a los soldados con problemas de habla por los horrores que vivieron en la primera guerra mundial y desarrolló su propia técnica como terapeuta de lenguaje.

La relación entre el Rey (Colin Firth) y este plebeyo se da en la clandestinidad pues nadie debe saber que su monarca asiste a una terapia donde da vueltas en el piso, salta,  hace muecas,  canta y grita por la ventana.   Pero más que ejercicios  físicos, la “terapia” consiste en dialogar entre semejantes y analizar la vida íntima que el rey no hablaría con cualquier persona. 

En alguno de los momentos de tensión de la terapia el rey recuerda y verbaliza el maltrato que le daba una niñera y la relación de sumisión que siempre tuvo con su hermano mayor. 

El rey empieza a usar movimientos que le ayudan mejorar su pronunciación ante el público,  pero su gran  prueba será el discurso radiofónico donde Inglaterra se declarará oficialmente dentro de la segunda guerra mundial.
 
Tom Hooper  logra una película entretenida con visos de recreación histórica y drama de auto superación.  Las actuaciones medidas y los detalles de la dirección de arte dan fuerza a los personajes.  El gran acierto del guión es magnificar un pequeño detalle como la tartamudez al personificarlo en un rey que tendrá la difícil tarea de llevar a su país hacia la guerra.

De fondo plantea una reflexión sobre los medios masivos de comunicación donde el mensaje que se envía debe encarnar al mismo poder.  Un monarca debe ser fuerte para enfrentar el conflicto,  por eso el rey no puede tartamudear frente a la audiencia. En esta historia la radio permite que el mundo escuche el parte de guerra en la voz de su soberano quien motiva el nacionalismo y la unidad contra el enemigo.

Hay cierta frialdad inglesa en el desarrollo de los conflictos, por ejemplo el gran hallazgo del discípulo es un poco de autoestima o después de una declaración de guerra el rey recibe aplausos por su dicción,  es como si después de tanto esfuerzo las consecuencias fueran muy leves. Entonces  no vemos una gran transformación del personaje sino un pequeño suceso y no vemos a un país entrando a la guerra sino a unos cortesanos aplaudiendo el glamour de su monarca,  así la película gira en torno a una anécdota y no a un momento histórico.

Las virtudes cinematográficas de El discurso del rey han sido reconocidas por los premios más importantes del mundo: Oscar,  Bafta, Globo y Goya que elogian la actuación y el guión de la película,  pero no se puede negar que parte de su atractivo es el interés que genera auscultar la vida íntima de la monarquía.

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