Título: El discurso del rey
Director: Tom Hooper
Hay películas donde un profesor veterano debe enseñar a algún estudiante
díscolo, generalmente en un contexto
institucional rígido donde la pedagogía del maestro es extraña y hasta cómica. Al final,
la clase se convierte en una lección de vida porque el estudiante
debería aprender a aceptarse, a confiar
en sí mismo y a ser libre.
Este argumento desarrollado en películas tan disímiles como La sociedad de
los poetas muertos, Los coristas o Estrellas en la tierra, es narrado nuevamente pero en un contexto importante
para la historia del siglo XX, la entronización
del rey Jorge VI de Inglaterra.
Cuando el rey Jorge V muere, el hijo mayor hereda el trono como Eduardo VIII, pero abdica para casarse con una mujer
divorciada. Alberto, el hijo menor que desde niño fue frágil, tímido y tartamudo se convierte en el nuevo
rey de Inglaterra Jorge VI y debe asumir los destinos de una nación que entrará
a la segunda guerra mundial.
El discurso del rey cuenta la historia del logopeda Lionel Logue (Gueoffrey
Rush) quien ayudó a los soldados con problemas de habla por los horrores que
vivieron en la primera guerra mundial y desarrolló su propia técnica como terapeuta
de lenguaje.
La relación entre el Rey (Colin Firth) y este plebeyo se da en la
clandestinidad pues nadie debe saber que su monarca asiste a una terapia donde da
vueltas en el piso, salta, hace muecas, canta y grita por la ventana. Pero más que ejercicios físicos, la “terapia” consiste en dialogar
entre semejantes y analizar la vida íntima que el rey no hablaría con cualquier
persona.
En alguno de los momentos de tensión de la terapia el rey recuerda y verbaliza
el maltrato que le daba una niñera y la relación de sumisión que siempre tuvo con
su hermano mayor.
El rey empieza a usar movimientos que le ayudan mejorar su pronunciación ante
el público, pero su gran prueba será el discurso radiofónico donde
Inglaterra se declarará oficialmente dentro de la segunda guerra mundial.
Tom Hooper logra una película
entretenida con visos de recreación histórica y drama de auto superación. Las actuaciones medidas y los detalles de la
dirección de arte dan fuerza a los personajes.
El gran acierto del guión es magnificar un pequeño detalle como la tartamudez
al personificarlo en un rey que tendrá la difícil tarea de llevar a su país hacia
la guerra.
De fondo plantea una reflexión sobre los medios masivos de comunicación
donde el mensaje que se envía debe encarnar al mismo poder. Un monarca debe ser fuerte para enfrentar el conflicto, por eso el rey no puede tartamudear frente a
la audiencia. En esta historia la radio permite que el mundo escuche el parte
de guerra en la voz de su soberano quien motiva el nacionalismo y la unidad
contra el enemigo.
Hay cierta frialdad inglesa en el desarrollo de los conflictos, por ejemplo
el gran hallazgo del discípulo es un poco de autoestima o después de una
declaración de guerra el rey recibe aplausos por su dicción, es como si después de tanto esfuerzo las
consecuencias fueran muy leves. Entonces
no vemos una gran transformación del personaje sino un pequeño suceso y
no vemos a un país entrando a la guerra sino a unos cortesanos aplaudiendo el glamour de su monarca, así la película gira en torno a una anécdota y
no a un momento histórico.
Las virtudes cinematográficas de El discurso del rey han sido reconocidas
por los premios más importantes del mundo: Oscar, Bafta, Globo y Goya que elogian la actuación
y el guión de la película, pero no se
puede negar que parte de su atractivo es el interés que genera auscultar la
vida íntima de la monarquía.
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