Quería
hablar de mi ascenso en la escala fotográfica pero en realidad no he
"subido" ni un escalón, lo único que puedo contar es que en octubre
de 2011, gracias a una serie de proyectos ejecutados en Bogotá pude comprar mi
primer equipo reflex DSLR, nada menos ni nada más que la Canon T3i
o 600D, la segunda chiquitina de la
familia EOS, nada profesional, pero reflex es reflex.
Para
mí, tan acostumbrado a andar en bicicleta, es como manejar un
Ferrari y con mi cámara al cuello me siento como un diosecito jugando a detener
el tiempo.
Después de tanto sufrir con camaritas compactas de bolsillo, que tan buenos recuerdos me trajeron pero nunca me permitieron hacer la foto de mis sueños, por fin estoy en el nivel de aprendiz de fotografía y me gasto el poco tiempo que me sobra leyendo y releyendo manuales y tutoriales para mejorar mi encuadre y mi técnica.
Como en
todas las facetas de mi vida (docente, investigador,
escribano, teatrero, editor, esposo) siempre seré un diletante,
nunca seré un profesional porque además de mi desconocimiento formal de alguna
escuela fotográfica solo tengo limitaciones conceptuales y estéticas sobre la imagen.
Creo que soy mejor crítico que fotógrafo, es más, ni siquiera soy
fotógrafo, soy apenas un aprendíz de camarero.
Pero un aprendiz
que se divierte experimentando con la regla de los tres tercios,
entendiendo cómo cambiar de ISO, de diafragma y de velocidad.
Admito que después de leer tanta revista española, la primera vez que
entendí para qué sirve el autofoco, quedé tan sorprendido como el que
descubre el agua tibia o el hilo negro. Es más, todavía me
sorprendo cuando el bombillito verde me dice que ya enfocó el lugar que yo
decidí. La primera vez que tomé una fotografía sin flash y en modo manual
decidiendo ISO, diafragma y velocidad sentí como si hubiera llegado al
Everest, bueno, no a la cima, sino al primer campamento para
iniciar la subida.
El punto
es que tomar una fotografía en modo manual, predecir cómo va a quedar y
lograrla es una experiencia que no deja de sorprenderme. Es posible que
para decirlo de una manera fácil, eso me genere una activación reticular
ascendente, donde la encima serotonínica se mezcla con niveles altos de feniletilamina
con oxitocina y un poquito de endorfinas; es decir, me genere una sensación de
placer la berraca.
Empecé
con la idea de hacer fotografía de espectáculos a mediados de los
noventa, por esa época hice algún curso de fotografía análoga
(cuando aún no se le decía análoga porque no se había popularizado la
digital), recuerdo el primer revelado y la primera ampliación,
recuerdo los químicos y mi cuarto oscuro en la ducha, pero después llegó
el video, el teatro, la novia y otros distractores que me alejaron del
lente.
Y desde
hace unos meses, por fin en mis manos, la reflex digital, que
no es una 5D Mark ni una Pentax de 40 megapixeles, pero tiene 18
megapixeles que nunca uso y además me permite hacer video en full HD (lo
que sea que eso signifique en mi televisor nalgón de pantalla curva de 24 pulgadas).
Entonces,
le he tomado fotos a la luna, a mis alumnos jugando con linternas en una
finca, a mi esposa en la playa de un río, a las sonrisas de mis
sobrinos y sobre todo, le he tomado fotos al teatro de los parques,
de las ferias populares, de los grupos comunitarios. No he logrado
la foto correcta, ni siquiera una foto bonita, son simples foticos
chuecas, desenfocadas, sin contraste, descompensadas y sobre
todo sin la mano todopoderosa del photoshop, no porque no me guste,
sino porque no sé trabajar por capas.
Pero sí
que me divierto como un niño estrenando juguete, sí que veo tutoriales de
accesorios y veo que mi equipo nunca
estará completo y sueño con tal lente, con tal flash, con pascual battery grip, con montar el estudio,
con hacer time lapse, con hacer
HDR, con hacer por lo menos un retrato decente, con hacer
fotografía social y volverme rico, con tomar las instantáneas de alguna
tragedia donde yo no ayude a los damnificados sino que los retrate, con tomar y
tomar fotos, son seguir tomándole fotos al teatro que me cruzo en el
camino.
Y ahí voy
haciendo la tarea, disparando y
disparando entendí que tengo más poder de disuasión cuando llevo la cámara
terciada que cuando me terciaba el fusil de la República.
El único
problema es que ya no tengo camarita compacta y las fotos familiares se han
vuelto un problema porque tengo que sacar todo el mamotreto para hacer la fotos
de los cumpleaños o de la cena y mi familia ya no aguanta posar para otra de
mis fotos fallidas.
Y ahí
estoy yo, nuevamente, como a los cinco años, jugando con unos
binóculos a ver otras imágenes, a imaginar otros mundos, a crear una
realidad diferente a la que perciben mis ojos limitados...
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