viernes, septiembre 07, 2012

Mi incipiete carrera fotográfica


Quería hablar de mi ascenso en la escala fotográfica pero en realidad no he "subido" ni un escalón,  lo único que puedo contar es que en octubre de 2011, gracias a una serie de proyectos ejecutados en Bogotá pude comprar mi primer equipo reflex DSLR,  nada menos ni nada más que la Canon T3i  o 600D,  la segunda chiquitina de la familia EOS,  nada profesional,  pero reflex es reflex.

Para mí,  tan acostumbrado a andar en bicicleta,  es como manejar un Ferrari y con mi cámara al cuello me siento como un diosecito jugando a detener el tiempo.



Después de tanto sufrir con camaritas compactas de bolsillo,  que tan buenos recuerdos me trajeron pero nunca me permitieron hacer la foto de mis sueños,  por fin estoy en el nivel de aprendiz de fotografía y me gasto el poco tiempo que me sobra leyendo y releyendo manuales y tutoriales para mejorar mi encuadre y mi técnica.


Como en todas las facetas de mi vida  (docente,  investigador,  escribano, teatrero, editor, esposo)  siempre seré un diletante,  nunca seré un profesional porque además de mi desconocimiento formal de alguna escuela fotográfica solo tengo limitaciones conceptuales y estéticas sobre la imagen.  Creo que soy mejor crítico que fotógrafo,  es más,  ni siquiera soy fotógrafo,  soy apenas un aprendíz de camarero.

Pero un aprendiz que se divierte experimentando con la regla de los tres tercios,  entendiendo cómo cambiar de ISO,  de diafragma y de velocidad.  Admito que después de leer tanta revista española,  la primera vez que entendí para qué sirve el autofoco,  quedé tan sorprendido como el que descubre el agua tibia o el hilo negro.  Es más,  todavía me sorprendo cuando el bombillito verde me dice que ya enfocó el lugar que yo decidí. La primera vez que tomé una fotografía sin flash y en modo manual decidiendo ISO,  diafragma y velocidad sentí como si hubiera llegado al Everest,  bueno,  no a la cima,  sino al primer campamento para iniciar la subida.
El punto es que tomar una fotografía en modo manual,  predecir cómo va a quedar y lograrla es una experiencia que no deja de sorprenderme.  Es posible que para decirlo de una manera fácil,  eso me genere una activación reticular ascendente, donde la encima serotonínica se mezcla con niveles altos de feniletilamina con oxitocina y un poquito de endorfinas;  es decir,  me genere una sensación de placer la berraca.

Empecé con la idea de hacer fotografía de espectáculos a mediados de los noventa,  por esa época hice algún curso de fotografía análoga  (cuando aún no se le decía análoga porque no se había popularizado la digital),  recuerdo el primer revelado y la primera ampliación,  recuerdo los químicos y mi cuarto oscuro en la ducha,  pero después llegó el video,  el teatro, la novia y otros distractores que me alejaron del lente.
Y desde hace unos meses,  por fin en mis manos,  la reflex digital,  que no es una 5D Mark ni una Pentax de 40 megapixeles,  pero tiene 18 megapixeles que nunca uso y además me permite hacer video en full HD  (lo que sea que eso signifique en mi televisor nalgón de pantalla curva de 24 pulgadas).

Entonces,  le he tomado fotos a la luna,  a mis alumnos jugando con linternas en una finca,  a mi esposa en la playa de un río,  a las sonrisas de mis sobrinos y sobre todo,  le he tomado fotos al teatro de los parques,  de las ferias populares,  de los grupos comunitarios.  No he logrado la foto correcta,  ni siquiera una foto bonita,  son simples foticos chuecas,  desenfocadas,  sin contraste,  descompensadas y sobre todo sin la mano todopoderosa del photoshop,  no porque no me guste,  sino porque no sé trabajar por capas.
Pero sí que me divierto como un niño estrenando juguete,  sí que veo tutoriales de accesorios  y veo que mi equipo nunca estará completo y sueño con tal lente,  con tal flash,  con pascual battery grip, con montar el estudio,  con hacer time lapse,  con hacer HDR,  con hacer por lo menos un retrato decente,  con hacer fotografía social  y volverme rico, con tomar las instantáneas de alguna tragedia donde yo no ayude a los damnificados sino que los retrate, con tomar y tomar fotos,  son seguir tomándole fotos al teatro que me cruzo en el camino.

Y ahí voy haciendo la tarea,  disparando y disparando entendí que tengo más poder de disuasión cuando llevo la cámara terciada que cuando me terciaba el fusil de la República.

El único problema es que ya no tengo camarita compacta y las fotos familiares se han vuelto un problema porque tengo que sacar todo el mamotreto para hacer la fotos de los cumpleaños o de la cena y mi familia ya no aguanta posar para otra de mis fotos fallidas.

Y ahí estoy yo,  nuevamente,  como a los cinco años,  jugando con unos binóculos a ver otras imágenes,  a imaginar otros mundos, a crear una realidad diferente a la que perciben mis ojos limitados... 


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