domingo, octubre 10, 2010

Ponencia sobre la pregunta y el poder



Encuentro de filosofía 2010
Colegio Juan Pablo II
Villavicencio octubre 1 de 2010
Ponencia: Sobre La pregunta y el poder

Por: Felipe Chávez G.
Licenciatura en filosofía, pensamiento político y económico de la Universidad Santo Tomás sede Villavicencio

Cuenta Gabriel García Márquez en Cien años de soledad que la gente de Macondo se contagió de la enfermedad del insomnio y que para distraer el sueño, se inventaron el juego del Gallo capón que me permito transcribir:

“Los que querían dormir, no por cansancio, sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismas chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador decía que no les había pedida que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, Y nadie podía irse, porque el narrador decía que no les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.”

Creo entonces que la pregunta es la mejor prueba de la necedad humana, de esa extraña obstinación por estar despiertos. Si durmiéramos veintitrés horas al día y solo dedicáramos una hora para el trabajo, los oficios, la alimentación y la reproducción, nuestra vida sería bastante diferente. Veintitrés horas de sueño no nos dejarían preguntar.

Afortunadamente tenemos el lenguaje, el vehículo de las ideas cuya mejor expresión es precisamente la pregunta.

La pregunta nos permite interpretar el mundo. Quienes se preguntaron las preguntas mas sencillas y a la vez más gruesas de la historia, inauguraron esta ¿disciplina? Que hoy nos convoca, gracias a la admirable gestión de los docentes y directivos del Colegio Juan Pablo II; hablo de la Filosofía.
Paréntesis: ayer un estudiante me preguntó por qué los filósofos importantes no aparecen en las noticias ¿Acaso no son científicos? Y yo intenté explicarle que existen diferentes tipos de conocimiento.

Augusto Comte al fundar la sociología hablaba de tres estados del conocimiento:
El teológico, “la infancia de la sociedad”, basado en formas mágicas para dominar el mundo.
El metafísico cuyas explicaciones racionales sustituyen a los dioses por entes abstractos, metafísicos.
Y el estado científico, “el conocimiento definitivo” que basado en la matemática puede manejar el mundo de forma técnica.

Esa “pirámide de conocimiento” de Comte me parece incompleta, pues considero que el estado de pensamiento filosófico seguiría en la escala y por encima, incluso, estaría lo que denomino el “conocimiento estético”.

Me explico: uno podría estudiar los horrores de la dictadura militar en España mediante unos largos documentos de las ciencias sociales llamados enciclopedias de historia, pero en un solo cuadro de un par de metros cuadrados uno puede entender el horror de un bombardeo en la guerra, me refiero al Guernica de pablo Picasso, en cuya imagen fragmentada se ven los íconos del poder español y el sufrimiento de la gente en la guerra. Esa capacidad de síntesis que solamente nos da el arte, pero especialmente, la capacidad de indagar, de cuestionar que tiene el arte, es a lo que yo llamo “conocimiento estético” que no es una experiencia meramente epidérmica o sensual, sino una confrontación racional y crítica con la realidad y especialmente con el poder. Para seguir con como lo diría el mismo Picasso:


“No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo”.




¡Cierro el paréntesis! Que solo era para ilustrar la idea de que hay diferentes tipos de conocimiento y que no sé si mi estudiante comprendió que la filosofía no es ciencia, ni arte, ni creencia, pero la pregunta es el origen de cualquier tipo de conocimiento.

En el debate de ayer un estudiante le dijo a sus amigos que se preguntaran “¿Por qué me pregunto esto?” Y la respuesta fue: porque yo les dije que se lo preguntaran. Pero la respuesta tenía más aristas, la pregunta tiene varias implicaciones:

Por ejemplo, implica que si me puedo preguntar, es porque existo, como diría Descartes. Pues si yo no existiera, no me podría preguntar. Así la pregunta tiene fuertes implicaciones ontológicas. En segundo lugar la pregunta implica que tengo un lenguaje para poder preguntar y así vamos confirmando que no existe conocimiento sin lenguaje y viceversa. En tercer lugar la pregunta implica que me puedo pregunta a mí mismo, es decir que tengo conciencia de mí ¡Y mejor aún! la pregunta implica que tengo racionalidad para poder preguntarme y se supone que tengo la capacidad de responder… entonces una pregunta aparentemente tan sencilla tiene una significación antropológica importantísima: la pregunta demuestra que existo como ser humano, racional, consiente de sí y libre para hacer preguntas y responder.

Y así llego al tema que en realidad quería plantear: la pregunta con relación al poder y a la libertad. Si me puedo preguntar es porque soy libre para usar el lenguaje y preguntar.

Pero si mis preguntas vienen fabricadas por las multinacionales y los medios de comunicación ¿Seré libre?. Conozco gente que cada día se pregunta ¿puedo comprar esto?, ¿aquella ropa que compré se me ve bien?, ¿si me muevo así seré aceptado por mi grupo social?, ¿Por qué no tengo plata para comprar todo lo que quiero?. Es decir, gente cuyas únicas preguntas son actos de consumo, que plantean y responden las preguntas que les dan los infomerciales: ¿Está cansada de esos kilos de más?, ¿quiere lucir un abdomen bronceados?, ¿Quisiera tener una cola levantada y tonificada?...
Si esas son las únicas preguntas que usted se plantea cada día, le aviso que su libertad de pensar, luego, su libertad de ser, está secuestrada por las multinacionales y sus mercados.

He querido plantear el tema de la pregunta como expresión de la libertad humana y la libertad suele estar asociada al cuestionamiento del poder. El poder en el hogar, el poder en la calle, el poder en la escuela. Y cuando se cuestiona el poder, las preguntas pueden ser incómodas, preguntar por ejemplo:

¿Papá, puedes dejar de golpear a mi mamá?
¿Muchachos pueden dejar de inyectarse o meterse ese polvo por la nariz?
¿Profesor, acaso la única respuesta válida es la suya?

Allí habrá incomodidad, pero la pregunta nos hará libres. Jean Paul Sartre el gran filósofo existencialista decía que “el silencio nos hace cómplices”. Cuando estemos ante un acto de abuso del poder, preguntar nos hará libres y nos permitirá salir de la complicidad del silencio.
En ese sentido, vale la pena seguir preguntando:

¿Quién responde judicialmente por los dos mil asesinatos y desapariciones mal llamadas “falsos positivos” que realizó el anterior gobierno amparado en la doctrina de la seguridad democrática?
¿Quién responde penalmente por ordenar las chuzadas a la oposición?
¿Quién responde políticamente por repartir la plata de los pobres entre los terratenientes ricos en el proyecto agro ingreso seguro?
Preguntar bobaditas así, que incomoden que develen los abusos del poder.

Concluyo entonces con esta invitación a preguntar para ejercer la libertad y garantizar el ejercicio de los derechos democráticos y para no caer en el juego de las preguntas viciosas del Gallo capón, debemos estudiar y formar el pensamiento crítico, de lo contrario coincidiremos con el final que García Márquez le da a su famosa novela. Leo al pie de la letra:

“Sin embargo antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o de los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Muchachos: los invito a preguntar porque no tendremos una segunda oportunidad sobre esta tierra.

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