sábado, mayo 14, 2011

Un vuelco al cine colombiano


Director: Oscar Ruíz Navia
¿Cuándo la ví?: Abril de 2011

Hay películas que narran historias lineales de principio a fin y hay películas que cuentan fragmentos.  Hay películas que responden las preguntas del protagonista y otras que dejan nuevas inquietudes.  Hay películas que ponen el paisaje como telón de fondo de una historia y hay películas donde el paisaje es casi otro personaje.  Hay películas que logran crear atmósferas para la historia de los personajes y hay películas que solo nos dejan ver el lugar y casi, casi nos hacen sentir su olor y su calor.

El vuelco del cangrejo es de esas “otras” películas que no dan todas las repuestas,  que dejan inquietudes sobre el devenir de sus personajes,  que a veces los dejan en segundo plano para poner como protagonista al territorio.


El vuelco del cangrejo es el primer intento por darle una cara cinematográfica al pacífico colombiano y lo logra más allá de la locación,  al recrear el ambiente de un pequeño pueblo de pescadores a orillas del océano pacífico. 

La niña que se hace amiga del turista para que se la lleve a la ciudad aunque sea para hacerle el oficio.  Los conflictos de poder entre el líder comunal y el paisa que quiere cercar la playa para convertirla en un hotel.  El eterno debate entre modernidad y tradición al construir con cemento o con la madera de la región.  Las noticias que hablan de las políticas de seguridad y la presencia de grupos armados en la zona.  El fútbol y la estridencia de la canción de moda que suena hasta el desespero,  son elementos que confluyen en el paisaje del pacífico,  en esa selva tan desconocida que nace en el océano y llega hasta la cordillera.

Seguramente el elemento menos importante es el hilo conductor de la película,  la manida historia del turista blanco que llega huyendo de quién sabe qué y  busca una embarcación para atravesar el mar y seguir huyendo.  Aunque se dan pistas de una posible tristeza de amor y el personaje se involucra con la gente del caserío,  su historia no es determinante para lo verdaderamente conmovedor de la película: la vida cotidiana en La Barra  el alejado pueblo del pacífico colombiano.

Si bien el gran riesgo y logro de El vuelco es poner en la pantalla la belleza y los complejos problemas sociales del pacífico,  no deja de ser un tanto etnocéntrica la idea de mostrar el pacífico gracias a la visita de un blanco (digamos mejor,  mestizo)  ¿Acaso no hay historias y personajes negros lo suficientemente importantes para ser contados en el cine nacional?,  pero no se trata de armar un debate pigmentocrático,  sino de plantear la necesidad de contar historias desde narrativas diferentes a las de Bogotá,  Medellín o Cali  donde se ha centralizado la producción audiovisual colombiana.

Se trata de soñar con la posibilidad de ver en  cartelera una película sobre una historia de amor grabada en el Vaupés con los Nukak Makuk,  o la historia del baquiano que se enamora de la hija del ganadero allá en los llanos orientales, o quizás la historia del artesano que a pesar de su artritis cada año hace una comparsa para el carnaval de blancos y negros en Pasto;  pero no desde la perspectiva del documental,  sino desde las posibilidades poéticas del argumental.

Quizás al contar esas y otras historias donde no aparezca el traqueto,  el paramilitar,  el guerrillero ni se grabe en las grandes capitales;  aparecerá una Colombia que aún no conocemos y allí “el cine colombiano”  encontrará el enganche con el público que permita hacer más rentable y sostenible la industria del cine nacional  tanto económica como afectivamente.

El gran paso adelante de Oscar Ruíz  y su equipo fue descentralizar la creación,  dar cara y pantalla a un fragmento de Colombia que solo aparece en los noticieros cuando hay un ataque con cilindros bomba y ahí el cine mas que un arma del show bussines es una potente herramienta de reconocimiento colectivo,  de construcción de las identidades,  escenario de diálogo entre las regiones,  en suma, un instrumento para  descubrirnos mediante la imagen y la palabra.

Con todo esto,  El vuelco del cangrejo es un acto de valentía al poner el lente de la narración donde otros no quieren ver. 

Posiblemente, ya es hora de darle un vuelco al cine nacional.



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