Director: Guillermo Calle
¿Cuándo la ví?: Abril 4 de 2009
El arriero es una historia de amor y traición ambientada en el bajo mundo de las drogas. Basada en el relato “El rebusque mayor” de Alfredo Molano, narra la historia de Ancízar López (Julian Díaz) un “exportador de cocaína”, un arriero de “mulas humanas” cuyo trabajo consiste en reclutar, entrenar y llevar mulas cargadas de cocaína desde Colombia hasta España.
Virginia (Paula Castaño) es el amor de su vida, es una niña blanca de la alta y decadente sociedad costeña con quien se casa y logra hacer una cuantiosa fortuna. En el trascurso de sus viajes Ancízar se enamora de Lucía (María Cecilia Sánchez), una mula caleñoespañola con quien vive un tormentoso romance. Al final las dos mujeres cobran venganza, lo delatan, lo abandonan y Ancízar queda solo y vuelve a empezar su vida como un pescador pobre en el atardecer de la ciénaga. Hasta ahí la historia.
Todo lo demás es un trasfondo que podría existir o no. Y al existir, le resta protagonismo a la historia de amor, pone muchos elementos en juego y empieza a parecer una reiteración de imágenes y posturas típicas del cine nacional. La mula entrenando con uvas para tragarse las cápsulas de cocaína, la estampita de la virgen, la cagada y la limpiada de las pepas, el asesinato de la mula que no entrega las pepas completas, la moral del negocio de la droga… son imágenes reiterativas que se acercan a la monotonía.
La película se excede en temas, en la estructura de muchos temas hilados por un monólogo que se alarga pudiendo ser mas conciso y contundente, digamos una sola historia contada mas ágilmente.
A pesar del exceso en el tema del narcotráfico, El Arriero tiene varios aciertos:
Demuestra que el negocio de la droga permea lo sociedad consumidora. Son los mismos españoles los dealers y los consumidores. Muestra sin tapujos cómo se mueve la droga en diferentes esferas de la sociedad española y demuestra claramente que el “negocio” de la droga es rentable porque es ilegal.
Un personaje secundario como la madre de Virginia, Fabiola Cáserers (Virginia Cossio) con unas cuantas escenas logra configurar un personaje de espanto: una paisa cuchi barbie proxeneta, materialista y sin escrúpulos. Con frases como “Ningún negro vaciado se va a comer a mi hija”, “Para tener una hija como la mía hay que tener mucho billete” y especialmente con el vestuario de quinceañera exhibicionista, con pocas pinceladas logra mostrar lo peor de la alcurnia barranquillera y la cultura traqueta colombiana. Un espanto de personaje que obviamente termina acribillada por unos sicarios a la entrada de su mansión.
“El dinero puede comprar todo”: parece ser la máxima moral del narcotráfico, hasta la policía secreta española y colombiana sucumben a la tentación y limpian la hoja de vida de Ancízar por un arrume de euros.
Julian Díaz logra un protagónico con un tinte teatral pero digno, sobretodo por la complejidad del personaje humilde con ganas de superación y ganas de salirse prontamente del “negocio”.
María Cecilia Sánchez se ve liviana, creible y muy bella junto a la feura natural de Julian Díaz. La primera aparición de Virginia (Paula Castaño) en la playa parece sin fuerza actoral, aunque en el transcurso de la historia el personaje va tomando fuerza y la niña insípida de la que nada se esperaba; se va transformando en una mujer con capacidad de vengarse de marido infiel.
El gran riesgo narrativo de la película es convertir en audiovisual un monólogo literario-periodístico. Poner tanto texto en voz en off e incluso en palabras del propio Ancízar, a veces parece una “licencia artística” que exige demasiado al espectador. El personaje que habla al espectador a manera de narrador y vuelve a la escena, como los apartes del teatro; es un recurso complejo que en este caso sirve para darle un tinte de fantasía a la narración.
La fotografía ayuda a definir la geografía: Barranquilla es Barranquilla y Madrid es Madrid gracias a la temperatura de la luz.
Malama es certero con su estilo urbano basado en el folclor. Es necesario reconocer a los músicos del movimiento de las nuevas músicas colombianas por su aporte a la consolidación de atmósferas en el cine nacional.
Recuperándose del alargue innecesario, la película sale bien librada, el final alcanza poesía en el contraluz del atardecer de la ciénaga y el pescador sin camisa que tira la atarraya dándole otra oportunidad a la vida.
El Arriero entra al debate del cine colombiano no solo como otra película de narcotraficantes; sino por el intento de contar una historia de amor que sucede en ese contexto. Sin ánimo de cátedra moral, por lo menos intenta descubrir la humanidad de ese arriero que logró salir del negocio e iniciar una nueva vida con otra justificación moral: “otra vida es posible”.
Totos tomadas de: www.peliculaelarriero.com
Cada imágen está enlazada a su página de origen.
2 comentarios:
El cine colombiano me sigue dejando mucho sin sabor. Es bueno que saquen varias películas al año pero la verdad, me da pereza ver lo mismo que veo en los noticieros. Traquetos, prostitutas, drogas, narcotráfico,y un largo etc. No me gusta el cine colombiano.
Saludito!
entonces uno se pregunta si el cine se parece al país o el pais se parece al cine... buen debate
Publicar un comentario