Voy llegando al apartamento donde vivo, aunque realmente vivo en una casa y la entada me recuerda vagamente el apartamento de mis padres en Bogotá, aunque en mis sueños hay lugares que nunca he visitado.
En la esquina hay una tienda, un tipo está golpeando a una mujer que está tirada en el piso. Es mi amiga Patricia Matiz, la reconozco por su melena ensortijada y el perfil de su rostro. Lo acaban de matar. Corro a ayudarla, la siento aún tibia pero ya está muerta, intento darle primeros auxilios pero sé que está muerta.
El tipo que la golpeaba está bebiendo con otros tres tipos en esa esquina. Yo empiezo a gritarle desesperado, mientras la esquina y el local se llena de curiosos. Le grito groserías y lo amenazo aunque soy incapaz de acercármele. Sigo gritando intentado que la gente reaccione y no se quede callada. Una mujer se arriesga a reclamarle algo, pero el tipo agarra una botella de cerveza de una canasta y se la quiebra en la cabeza, la mujer cae al piso ensangrentada y el tipo amenaza a todo el grupo de gente ¿alguien más va a revirar?, ¿alguien necesita un golpecito?. La gente sigue caminando como si nada hubiera pasado.
Yo aparezco en uno de los apartamentos por el que extrañamente hay que pasar para poder llegar al mío, tiene unos acabados en madera muy bellos y una fuente que termina en un riachuelo que termina en la zona común de los apartamentos. La vecina no está contenta con mi presencia, me discute cosas que no entiendo, me muestra como desde la ventana de su cuarto se puede ver claramente la ventana de mi cuarto cuando hago el amor con mi esposa.
Me señala por la ventana y efectivamente allí estamos desnudos mi esposa y yo, en nuestra cama. O por lo menos eso parece, aunque no es posible porque yo estoy con la vecina justo en ese momento. Pero en mis sueños el tiempo no es lineal y los escenarios se saltan de un lugar a otro sin explicación.
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