Envidio a los creyentes porque pueden pecar toda la semana para empatar el domingo por la mañana. Porque se declaran súbditos de un rey inmaterial a quien le dedican todas sus conquistas materiales.
Porque no sienten vergüenza al nombrar al señor, su dios en cada frase. Porque inventan oraciones redundantes como si la repetición de los “cargos honorarios” de dios: rey, señor, salvador, padre; los acercara más a su presencia.
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