Que jartera la gente optimista, la gente que ve la mitad del vaso lleno cuando en realidad la mitad está vacía.
Entre todo los productos innecesarios que venden los publicistas, el mas miserable es el producto de “la superación” y la peor de sus versiones la autosuperación, que vende millones de dólares en libros y conferencias que pretenden ayudar a los consumidores a “superarse” como si no supieran que la vida no es más que un proceso de descomposición hacia el vacío de la nada, después de la fecundación todo puede ser peor. Hay gente que incluso supera los anticuerpos de la vagina, las exigencias del embarazo y es tan irresponsable que se atreve a nacer. Y durante los años que espera para morirse se la pasa leyendo cómo superarse, cómo ser mejor, cómo se feliz, cómo aprender a comunicarse; por más que lo intentan no lo logran y su “superación” es inversamente proporcional a la cantidad de conferencias a las que asisten.
Que jartera los conferencistas que se hacen ricos vendiendo optimismo light en el que todo puede cambiar si usas un lenguaje positivo, en el que borras la palabra “no”, en el que te “comunicas de manera asertiva y mirando a los ojos para lograr influir en los demás”. Profetas del telemercadeo no pueden concebir una relación humana mas allá de una transacción de venta, mas allá de una promoción, de una seducción para la compra.
Otros incluso hablan de “proyectar la energía” y de “activar las chacras del magnetismo personal”… autosuperación vacua de la nueva era.
Que jartera tanto charlatán y tanto bobo crédulo que les compra libros, riegos y crucifijos, como si el mundo pudiera mejorar con un simple cambio de actitud. Seguramente usted le sonríe al cliente y así se va a acabar el hambre en Somalia, el fondo Monetario Internacional o los desplazados en Colombia.
La creencia en la religión o la superstición se fundan en la incapacidad del hombre para explicar los fenómenos de la naturaleza, pero especialmente en la incapacidad de aceptar la naturaleza efímera de la vida. Los creyentes se inventan el alma pues pretenden tener otra vida eterna que los proyecte mas allá de esta vida terrena, material e inmunda y se inventan a un dios creador que los hace hijos de la divinidad, así dejan de sentirse humanos -seres en descomposición- para sentirse hijos de dios -seres de la divinidad-.
La fe entonces es la incapacidad de la razón y los dioses son creaciones monstruosas de los hombres para negar el verdadero destino de la vida: la muerte cotidiana. Y los publicistas lo saben y explotan esta idea para vender estupidez envasada higiénicamente.
Y ahí están los gurús del optimismo, poniendo a la gente a gritar consignas en sus conferencias, diciéndoles “tú eres especial”, “dios tiene un regalo para ti”, “haz el cambio que tu vida necesita”. Y los consumidores de optimismo levantan la mano como hipnotizados, repiten las consignas sin reparar en el ridículo y cantan coros de optimismo al unísono, como en una plegaria que elevan al altísimo para que les inyecte una buena dosis de optimismo. Adictos al optimismo igual que a la fé, adictos a la certidumbre de lo inexistente, adictos a la credulidad de la sinrazón.
El optimismo, especialmente cuando se basa en la fe, no es más que la forma fácil de negar la verdadera condición de decadencia humana. Solo por eso me aburren los publicistas de la autosuperación y en general toda la gente optimista.
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