por: www.felipechavez.tk
A mí los deportes me abandonaron en cuando era niño, aunque un día entrenaba Judo, otro baloncesto y los fines de semana, natación; cuando cumplí nueve años me topé con el teatro y simplemente el arte llenó mi tiempo, incluso por encima del estudio. La única vez que me obligaron a patear un balón de fútbol, perdí educación física, pero como en ese tiempo la educación todavía era buena, pude promediar y pasar raspando.
Nunca ví un partido de fútbol y honestamente me divierte ver las caras de los hinchas cuando pierde su equipo. Yo no celebré el cinco a cero y sentí vergüenza por ese ego patriotero que se hinchó ese día hasta desvanecerse en los pobres resultados de la Selección Colombia de los últimos quince años.
Pero volvamos al tema de los deportes. Yo entiendo que un deporte es un evento competitivo donde los jugadores se esfuerzan por demostrar sus capacidades físicas y mentales para vencer. Lo importante del deporte no es ganar sino vencer al otro. El cuentico de jugar para divertirse o simplemente para compartir es pura filosofía barata de profesores y entrenadores que fomentan la mediocridad de los deportistas nacionales, verbigracia “perder es ganar un poco” tesis ontológica de la identidad nacional formulada por el sabio filósofo Maturana.
El sabio filósofo colombiano Pacho Maturana.
No es gratuito que los griegos celebraran sus Juegos Olímpicos como sacrificio de los soldados al gran dios Zeus. Las competencias podrían ser de resistencia física, de combate o con caballos y se denominaban “Agonas” y de ahí viene la palabra “agonía”, la sublimación del esfuerzo. El deporte era entonces un ritual religioso que congregaba la histeria del público en una gran fiesta. Hoy el deporte sigue siendo lo mismo, pero como todas las religiones, evolucionó hasta convertirse en un gran negocio trasnacional.
Eduardo Galeano dice que “El fútbol es la única religión sin ateos”, pero seguramente se refiere exclusivamente al Uruguay porque yo me declaré ateo del fútbol y del rock hace varios años, aunque no le he avisado personalmente para que ajuste su hipótesis.
El deporte entonces es un catalizador de la histeria colectiva. Yo mismo he propuesto que en la entrada de los estadios hagan requisas a la inversa, es decir que no dejen entrar a quien no lleve un arma blanca, un bisturí, así sea un cortauñas o por lo menos una chapa que pueda hacer daño para que los hinchas desfoguen ahí su violencia reprimida y así se disminuyan los niveles de violencia doméstica durante la semana. Es una idea eficiente, pues resultaría más económico tener a todos los servicios de salud disponibles los domingos y así médicos y enfermeras podrían descansar de jueves a sábado.
También es una idea rentable pues las cámaras de los noticieros no apuntarían a la cancha sino a las tribunas para ver cómo se acuchillan los hinchas verdes contra los rojos o los azules contra los amarillos, haciendo gala de su cacareado “amor por la camiseta”, de la “garra de su raza” o de la “fiereza de su barra”. Los canales transmitirían la contienda en vivo y en directo logrando unos índices de raiting que envidiarían las narcotelenovelas. Como ñapa, todos esos delincuentes en potencia estarían incapacitados por lo menos unos días donde el resto de la gente podría salir a las calles a disfrutar la ciudad sin temor a ser atracados.
Propuesta de plano general para las transmisiones de los partidos de fútbol con mas adrenalina (Y sangre)
Pero a diferencia de lo que opinan en las secciones deportivas de los noticieros, el fútbol no es el único deporte. Hay muchos y muy variados, por ejemplo los bellos deportes de combate como el boxeo, la lucha grecorromana, las artes marciales o el matrimonio, éste último sin liga confederada.
Hay deportes en grupo y otros individuales como el ajedrez, aunque ya presenté la propuesta de jugar ajedrez dobles o triples, trijedréz se llamaría y consistiría en tener un tablero triangular para tres jugadores, todos contra todos. Otra modalidad sería la de relevos por equipos en la cual cada integrante del equipo tiene derecho a un movimiento y debe esperar en la banca mientras que el resto del equipo hace su jugada individual; pues debido a su deficiente preparación física, algunos ajedrecistas de alto rendimiento empiezan a presentar desgarres musculares dolorosísimos cuando se levantan muy rápido de la cama.
Hay deportes a motor y otros para echarse un motoso como ver las transmisiones de la fórmula Nascar. Hay deportes extremos como la escalada, el paracaidismo, el paintboll o el mas popular de todos: sobrevivir en Colombia con un salario mínimo. Pero no me quiero poner metafísico para no traer a cuento a quienes se toman el poder por deporte, por ejemplo.
Se supone entonces que el deporte produce admiración y emoción de la hinchada. Que los deportistas exitosos empiezan a habitar un parnaso imaginario. No es raro escuchar entre los hinchas expresiones como: “mi deportista favorito era pobre y ahora es millonario por su esfuerzo y disciplina”, “tal deportista lleva diez años compitiendo con el patrocinio de Ají de Colombia que le paga en especie con cajas de ají”, “el campeón de tal anda de novio de la modelo tal que está buenísima”, “el goleador iba borracho manejando su convertible nuevo y atropelló a una viejita quien le agradeció por regalarle un balón autografiado”; entonces la hinchada los admira, los envidia, los quiere imitar o vive sus propias frustraciones a través de la vida de sus estrellas deportivas.
El famoso goleador Faustino Asprilla practicando dos de sus deportes favoritos, la monta de yeguas y la participación en cabalgatas.
Como el ciclismo perdió hinchada porque los narradores radiales decían que “el lote iba por el hermoso cañón de no sé dónde”, que “la válida atravesaría el moderno puente sobre el río tal” o que era “majestuoso ver ascender a los escarabajos sobre la bella carretera de tal”; ¡Con la transmisión por televisión quedó en evidencia que los narradores radiales mentían! porque en este país no hay ni un cañón hermoso, ni un puente moderno, ni una carretera decente. Entonces el fútbol se tomó el trono de la emoción patria y con el sentimiento que antes despertaba el 20 de julio ahora se celebra el cinco a cero contra Argentina, lo que demuestra la falta de autoestima de este país.
No contestos con que el Deportivo Pasto, el Deportes Quindío y el Atlético Bucaramanga tuvieran su hinchada colombiana, el advenimiento de la televisión por cable obligó a los hinchas colombianos a afiliarse a las ligas extranjeras. Parece ser que los del Pasto deben también ser hinchas del Chelsea, los del Quindío deben corear al Colocolo y los del Bucaramanga deben comprar la camiseta del Real Madrid, de nuevo para compensar su baja autoestima y celebrar como propios los triunfos de un equipo ajeno. Si este país tuviera dignidad debería lograr que hinchas de otros país celebraran los goles criollos, imaginemos a los hinchas del Manchester celebrando los goles del Deportes Tolima.
En los años noventa gracias a la chiripa de un tal Juan Pablo Montoya, la gente empezó a sentirse hincha de alguna escudería de la Fórmula 1. Empezaron a hablar de vueltas, de tiempos, de la pole position de Schumacher y de Raikkonen. Un día, un amigo emocionado me dijo que Montoya se había trompeado con Webber. Y yo me ofusqué pues entre toda la mala fama que pueden tener los sociólogos; no me imaginé a Max Weber el célebre escritor de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, en algún plan de toque toque con un discípulo de apellido Montoya. Pero mi amigo me explicó que la trompeada no fue un beso ni un puño, sino un choque con las trompas de los carros de Mark Webber y Juan Pablo Montoya que empujó a éste últimon tan lejos del triunfo, que años después calló en ese acto circense y aburrido llamado Fórmula Nascar.
Marx Weber el famoso sociólogo, no confundir con Mark Webber el piloto.
El deporte y yo hemos tenido una relación de ignorancia mutua. Pero hoy vi algo extraño en televisión nacional, la transmisión de campeonato internacional de golf. Resulta que lo transmiten porque hay un colombiano, paisa para mas señas, que como siempre “está dejando en alto el nombre del país”, como si los espectadores gringos supieran dónde queda Colombia y no la confundieran con Columbia cada vez que lo nombran.
El caso es que el parco comentarista dice que eso es un deporte. Entonces yo me pregunto ¿Dónde está la competencia, dónde está la disciplina, dónde está la histeria de las barras?. Pues nada de eso, resulta que el golf es un supuesto deporte que ni siquiera tiene uniforme deportivo. Los tipos juegan en pantalón de paño, con zapatos –como diría mi mamá- de material, aún más feos que los zapaticos cocacolos de jugar bolos, ¡Es que ni siquiera usan tenis para hacer deporte como se debe!. Para rematar, juegan con camisa de botones y manga corta y los más deportivos juegan con camisa tipo polo que sagradamente nunca combina con el pantalón.
El golf no es un deporte, es una actividad de esparcimiento para los viejitos oligarcas con pañuelo de seda que van tomando whisky mientras caminan de hoyo en hoyo hablando de sus bagrecitos y sus negocitos. Entonces si cualquier actividad de exhibición social es un deporte, tendríamos que declarar como deporte nacional al modelaje, las cabalgatas traquetas, al yermis, la lleva, el tute, el rejo quemado, las cartas, el rumi y todos los juegos de casino.
El supuesto deporte del golf consiste en coger un palo y pegarle a una pelotica hasta meterla en un huequito o en dieciocho huequitos y todo sucede en un potrero de escenario con el césped bien cortado, un lago y una arenera. Entonces caminan como veinticinco minutos en un ritual que parece un desfile de modas donde se pueden ver los visos del pantalón y cómo nunca combinarán con la cachucha de malla. Van meneando un guante en una sola mano ¡No usan el par! y ni siquiera cargan sus elementos deportivos, porque tienen un esclavo que les carga el maletincito con los otros palos y cuando el otro hueco queda muy lejos, se van en carrito blanco como un papamóvil pero sin vidrios de seguridad.
Jugador de golf en su momento cúlmen.
No contentos con esto, hacen gestos de pensamiento profundo, como midiendo la fuerza de los vientos y llegan al momento culmen y más despreciable del juego: agarran el bastón, ponen los zapatos cocacolos paralelos, sacan la colita, flexionan las rodillas, amagan un par de veces hasta que se animan a pegarle a la bola, pero la mayoría de veces le pegan al pasto. Entonces se quedan congelados con el cuerpo entorchado y el palo al hombro viendo el movimiento semiparabólico de la pelotica. A ese ritual le llaman “swing” que debe ser algo así como el “tumbao” para los salseros, el “suá suá suá” para los merengueros, el “sabor” para los pastusos o el “sandungueo” para los reguetoneros; es decir una cosa tan indefinible como el factor X, algo que se lleva en la sangre, un don especial para mover el palo y darle a la pelota.
Entonces el público tiene que esperar otra media hora hasta que el jugador llega al otro hueco.
Sobra aclarar que por más vista telescópica que tenga el público, dado el tamaño del potrero, cada espectador alcanza a ver una sola de esas jugadas, lo que me lleva a pensar que el público va a esas campeonatos a cualquier cosa menos a ver golf.
Pero el locutor sigue hablando de este “hermoso deporte”. Y yo solo veo a unos tipos demasiado elegantes y sin sudor como para considerarlos deportistas. Lo único que tienen de deportistas es su contrato publicitario.
Entonces, dada mi larga experiencia infantil en yermis, ponchao, guayabita, en mi envidia por loc ocntratos publicitarios de los deportistas y mi preparación física de ajedrecista; decidí que desde hoy me dedicaré al golf, para llegar a ser profesional como Tiger Woods, así cuando mi billetera me permita levantarme a más de diez viejas simultáneamente y me pillen, diré que soy la pobre víctima de una enfermedad llamada “adicción al sexo”, me encerraré en un una clínica un mes para hacerme la terapia con las enfermeras y después me dedicaré a hacer infomerciales de geles reductores, de máquinas para abdominales y de palos caseros para golf. O en el mejor de los casos diré que levantarse viejas es un nuevo deporte aún más exigente que el golf, conseguiré patrocinio así sea de Ají de Colombia y fundaré una nueva religión, digo, un nuevo deporte con Tiger Woods como mesías y yo como un iluminado.
El célebre Tiger Wooods mientras convivía con su abultada billetera y su terrible enfermedad de adicción al sexo.
Está bien, la conclusión es que el golf no es un deporte y ni siquiera una actividad física, es solo el espectáculo de un negocio multinacional para vendernos pantalones de paño, cachuchas de malla, camisas tipo polo y zapaticos cocacolos.
Las imágenes son utilizadas exclusivamente para ilustrar este post sin fines comerciales y están enlazadas a su lugar de orígen.
3 comentarios:
jajajja muy bacano su punto de vista, y si , que pendejada que ese chauvinismo excasivo nos lleve a pensar que lo que haga un paisa en un potrero de quien sabe donde es orgullo nacional. No camilo villegas juega para camilo villegas y pa nadie mas
Cuando sera el dia que dejemos el patriotismo chimbo y nos concentremos en otras cosas, mientras eso sucede esperar que los del Manchester utd celebren los goles del Tolima
saludos desde http://automasacre.blogspot.com/
El golf produce en mi ánimo un aburrimiento superado solamente por el tenis.
Aunque... si tuviera plata a carretadas. No, yo no nací para ser millonario.
Saludos desde el Tuy venezolano.
villano: diste en el punto, esa bobería del orgullo nacional que no es otra cosa que baja autoestima. dizque el país con el segundo himno mas bonito del mundo ¿cuando hicieron el reinado mundial de himnos nacionales?
Omar: el tenis además de aburrido debe ser bien mamón viendo de lado a lado...
Y bueno, apenas me entero que no eres millonario, pensé que escribías para llegar a serlo, jua
Publicar un comentario