jueves, julio 08, 2010

¿Dónde está el filósofo?

¿Dónde está el filósofo?

Junio de 2010

Por: www.felipechavez.tk


Empecemos por reconocer que el actual contexto de elección de presidente de Colombia 2010-2014 no es una mera coyuntura noticiosa, sino un momento histórico determinante para el país, de cara a la conmemoración del bicentenario de la Independencia colombiana, entonces, mas allá del matiz “farandulero” de las noticias sobre las campañas y los detalles sobre la elección de Juan Manuel Santos como nuevo presidente; intentaremos abordar algunos componentes filosóficos de esta coyuntura histórica. Empecemos por dos interrogantes:


¿Dónde estuvieron los filósofos durante la campaña electoral del 2010?

¿Qué se hicieron los filósofos durante los ocho años del gobierno Uribe?


Veamos algunas líneas de respuesta:


¿DÓNDE ESTUVIERON LOS FILÓSOFOS DURANTE LA CAMPAÑA ELECTORAL DEL 2010?



No sería exagerado afirmar que la filosofía se ha desconectado de la realidad y se ha refugiado en la academia. En Colombia no se tiene una tradición filosófica que guíe la interpretación de la realidad, ni que dé luces sobre otros caminos para andar la historia. Me refiero a que los medios de comunicación son el espacio de construcción y legitimación de discursos de forma acrítica.


Las noticias son presentadas desde las fuentes oficiales, el conflicto es narrado desde la voz de los armados y no de las víctimas, en televisión cada vez hay menos programas de opinión y la prensa escrita suele tener columnista que semanalmente opinan para defender al funcionario de sus afectos. Así las cosas, el discurso oficial se legitima en esa masa amorfa llamada “opinión pública”.


La pregunta es ¿dónde estuvieron los filósofos durante la campaña electoral? Y encontramos que los análisis son hechos por columnistas, abogados, economistas y periodistas, pero el filósofo no tiene una presencia significativa en la vida nacional ni en su interpretación.


Basta ver el panorama de la campaña electoral: Poco se analizan las propuestas de los candidatos, las campañas políticas se diseñan como una gran campaña publicitaria, los debates televisados se narran como partidos de fútbol a ver quién mete el gol y así logran que la “democracia” se convierta simplemente en otro bien de consumo, que se vende como una marca en camisetas y manillas y se acaba con la democracia como el espacio para la construcción del bien público.


Es posible que las expresiones descritas sean parte de la vida-espectáculo como una característica fundamental de mundo-global: el espectáculo como intermediación, el espectáculo como legitimación de símbolos, discursos y significados, el espectáculo como catalizador del sentimiento colectivo, el espectáculo como la mejor estrategia de manipulación y homogeneización del pensamiento, el espectáculo como enajenador, el espectáculo máquina alienante… ¿Para qué el espectáculo? Pues para gobernar, para ejercer el poder.


Insisto: ¿Dónde estuvieron los filósofos, los científicos políticos alertando sobre estas situaciones?.


Y aquí parece importante diferenciar al filósofo del “intelectual”, éste último es un conjunto muy amplio donde caben “pensadores” de diversas disciplinas, especialmente quienes tienen amplia presencia en los medios de comunicación, a quienes les consultan los temas del día en calidad de “especialistas”.

El filósofo en cambio, parece recluido en pequeños debates internos dentro de las universidades.

Sobre la segunda pregunta, veamos algunas líneas de respuesta:


¿QUÉ SE HICIERON LOS FILÓSOFOS DURANTE LOS OCHO AÑOS DEL GOBIERNO URIBE?


En primer lugar tendríamos que reconocer que la elección de un presidente de la república no es un acto racional del conglomerado (¿Es posible un acto racional del conglomerado?), sino una acción pasional, generalmente inducida por los aparatos de la propaganda. La primera elección del presidente Uribe se da en medio de un sentimiento nacional de frustración por el fracaso de los diálogos del Caguán con la “guerrilla” de las Farc. El repudio generalizado y la idea de que ante el agotamiento del diálogo solo quedaba la mano dura, fue encarnado por el candidato Uribe quien ganó por mayoría en la primera vuelta, demostrando una gran aceptación popular.


Con esos principios de “mano dura y corazón grande” ejerció un gobierno que decidió prolongar, para proclamarse a sí mismo como única persona capaz de gobernar el país y para lograrlo tuvo que armar una maraña de justificaciones y retruécanos del lenguaje que sus seguidores decidieron llamar “la doctrina”.

Así convirtió el slogan de campaña en una “doctrina” y transformó el lenguaje cotidiano del país con sus tres “paradigmas”: seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social.


La aceptación del discurso oficial radicalizó la polarización política del país, hasta un maniqueísmo absurdo donde cualquier crítica a la “seguridad democrática” solo podía venir de un “terrorista” y el país se dividió misteriosamente entre “patriotas” (quienes están de acuerdo con la seguridad democrática) y “terroristas (quienes no están de acuerdo con la seguridad democrática).


Los discursos de la justicia social que por años enarbolaron los movimientos sociales, empezaron a verse como “sospechosos” por complicidad con el discurso terrorista. En el lenguaje uribista no habían matices: quien no era uribista era terrorista y era terrorista porque prefería entregarle el país a las Farc.

Estos extremos del fanatismo político que recordaba las peores épocas de las dictaduras militares, fue posible gracias a un grupo de “intelectuales” del régimen quienes pontificaban su interpretación del país desde sus columnas de opinión o desde sus libros publicados por fundaciones como “Primero Colombia” que tiene como objetivo justamente la difusión de la doctrina de la seguridad democrática.

Hicieron una extraña profilaxis del lenguaje para instaurar sus ideas, veamos algunos ejemplos, tomados textualmente de las columnas y artículos de opinión del señor José Obdulio Gaviria[1]:


“EN COLOMBIA NO HAY CONFLICTO ARMADO, SOLO HAY ACCIONES TERRORISTAS DE BANDAS NARCOTRAFICANTES”.


Esta idea fue fundamental para la instauración de la “doctrina de la seguridad democrática” porque rompe una larga tradición de aceptación del “conflicto armado” o “conflicto social” en colombia. Dicho “Conflicto” tiene su origen en la misma creación de la República que dejó una gran brecha social entre ricos y pobres, se agudizó en el siglo XX con el Frente Nacional, durante la guerra fría tuvo una influencia extranjera en el fortalecimiento de los diversos “ejércitos” enfrentados y al final del siglo se permeó por el negocio ilegal del narcotráfico.


La tesis del señor Gaviria es que no se puede hablar de conflicto armado en Colombia pues a la luz de la legislación internacional, esto requeriría la aceptación de un estatus jurídico de beligerancia a la guerrilla y no se le puede dar dicho reconocimiento a una organización armada que en los últimos años se dedicó al narcotráfico; así las cosas, este “pensador” simplificó sesenta años de historia nacional en simples acciones de bandas narcotraficantes y así se pudo priorizar la acción armada contra la guerrilla.


Esta tesis desconoce el origen de un problema histórico del país, la exclusión de los campesinos y especialmente la instauración de un modelo económico que privilegia a unos pocos en desmedro de la mayoría de habitantes del país. Aunque tampoco se puede afirmar que la actual guerrilla esté conformada por “campesinos marquetalianos desarraigados de sus gallinas y sus cerdos”, porque una guerrilla es una organización militar para tomarse el poder y ser “la guerrilla más antigua del mundo” solo demuestra la falta de base social para un proyecto revolucionario.


Se puede afirmar que actualmente la guerrilla no cuenta con el apoyo popular que tuvo hasta hace unos veinte años, pero no por eso se puede desconocer el surgimiento de la guerrilla en un contexto de exclusión social que sigue existiendo en el país. Y esta afirmación no significa una justificación para la existencia de la guerrilla, simplemente es la descripción de una situación social que no ha cambiado.


“LOS IDIOTAS ÚTILES DEL TERRORISMO CREEN QUE LOS CRÍMENES DE LA GUERRILLA SON MEJORES QUE LOS CRÍMENES DEL LOS PARAMILITARES”.


En primer lugar, se deduce de la afirmación que cualquiera que cuestione la seguridad democrática o que proponga el acuerdo humanitario es colaborador del terrorismo o en el mejor de los casos es su “idiota útil”. Y en segundo lugar, refuerza la idea de que exigir que se investiguen los crímenes de los paramilitares implicaba estar de acuerdo con los crímenes de la guerrilla. Nada más lejos de la realidad.


Denunciar los crímenes que cometen agentes del estado o que los paramilitares cometen, no necesariamente es estar de acuerdo con los crímenes de la guerrilla. Pero en el contexto de la polarización que necesitaban para gobernar desde la zozobra, lograron su objetivo, dividir a la opinión pública entre patriotas y terrorista, entre ciudadanos de bien y cómplices del terrorismo.


“EN COLOMBIA NO HAY 4.5 MILLONES DE DESPLAZADOS, SOLAMENTE HAY PERSONAS QUE MIGRAN A LOS CENTROS URBANOS A BUSCAR MEJORES CONDICIONES ECONÓMICAS”.


La negación del conflicto armado llevó a estos pensadores del régimen a negar las consecuencias del conflicto. Entidades internacionales como ONG y ACNUR reconocen la existencia de más de cuatro millones de desplazados en Colombia, pero estos ideólogos prefieren decir que no todas las personas que cambiaron de residencia durante los últimos años, lo hicieron como consecuencia de la violencia, sino porque la economía mejoró y por eso decidieron ir a vivir a las ciudades donde obtienen mayores ingresos económicos y para afirmar esto no tiene en cuenta las estadísticas de desempleo urbano.


Este tipo de interpretaciones que rayan en el ridículo, se pueden contrastar con las cifras de inversión del mismo Estado para las comunidades en situación de desplazamiento, pero el efecto de decir que la gente no se desplaza por la violencia sino por seguridad de las ciudades, le permitía al gobierno seguir legitimando su discurso ante la opinión pública.


“LOS CÓMPLICES DEL TERRORISMO JUSTIFICAN EL SECUESTRO COMO UN DELITO POLÍTICO”


Dentro de la estrategia de satanización de los críticos de la seguridad democrática, hicieron generalizaciones absurdas siempre con la intensión de demostrar que “quienes no estaban con ellos, estaban contra ellos”. Así cualquiera que hablara de acuerdo humanitario que a la luz de la legislación internacional permite el “intercambio de prisioneros”, era tachado como cómplice del terrorismo, pues eso significaría que el secuestrador cumpliría su objetivo de hacer una negociación usando como valor de cambio a unas personas. Así plantearon un dilema moral que la legislación internacional no tiene en cuenta, pues en ese marco jurídico, el bienestar de los “retenidos de ambos bandos” prima sobre las ganancias políticas o militares; pero como ya se había dicho que no había bandos equiparables, porque no hay conflicto, solamente hay bandas narcotraficantes; entonces no se podía hacer el intercambio humanitario.

Vemos cómo los postulados de estos “pensadores” tuvieron una gran repercusión en las actuaciones del gobierno y especialmente en la aceptación social de los últimos ocho años en Colombia, enunciemos algunos resultados concretos:


CUALQUIER INTERVENCIÓN PARA PEDIR AYUDA HUMANITARIA FUE CONSIDERADA COMO UNA AMENAZA CONTRA EL GOBIERNO.


Cualquier crítica al gobierno fue tachada de traición a la patria. En ese sentido vale la pena advertir que durante estos ocho años se exacerbó el sentimiento nacionalista de una Colombia folclorista de paisajes paradisiacos, que los comerciantes supieron monetizar mediante su campaña de “Colombia es pasión”. La noción de patria se presentó junto a las armas del estado mientras los civiles cantan el himno nacional con “la mano en el corazón.”


SE MILITARIZÓ LA SOCIEDAD


Gracias a los resultados operacionales de las fuerzas militares, se entendió que “la mano dura” léase “militar” era la única vía posible para gobernar y ejercer la autoridad, tanto con “el enemigo” como con la “población civil”. Así se militarizó la sociedad y el lenguaje de la guerra se tomó a la opinión pública. Como lo dice Héctor Abad Faciolince refiriéndose al lenguaje “pendenciero” del presidente Uribe:

“para mantener los ánimos exaltados, acostumbra usar metáforas que se toman del ámbito de la milicia: soldados, trincheras, batallas, enemigos de la patria, etc”[2]


Cualquier propuesta por fuera de la “mano dura” se consideró “cómplice con el terrorismo”, como si existiera una sola forma de entender la realidad; pero el aparato propagandístico del gobierno tuvo tal fuerza de coacción, que logró girar a la opinión pública hacia el totalitarismo alrededor de la figura de un caudillo.


La “seguridad democrática” se nombraba como una doctrina hermética, acaba, sin contradicción, como quien nombra la “gravitación universal” o la “teoría de la relatividad”, como si en realidad fuera lo que José Obdulio Gaviria llama el “cuerpo doctrinario del presidente”. Así las cosas, la campaña electoral del 2010 se entendió en clave de doctrina, los candidatos tuvieron que declararse seguidores u opositores de las “seguridad democrática” y entre los seguidores, tenían que demostrar quién era el mas “fiel a la doctrina”.


LOS DEBATES DE TV


Los debates televisivos basaron sus preguntas en un axioma falaz que los llevó a formular preguntas con el siguiente esquema:


“La sociedad colombiana reconoce que el presidente Uribe tuvo un excelente desempeño en el área tal ¿Usted qué haría en el área tal?”


Entonces las respuestas de los candidatos eran obvias:


“Pues seguiremos la ruta marcada por este gobierno…”


Y las pocas veces que el debate se prestaba para debatir, para contrastar formas de pensar, los temas exigían compromisos que los candidatos no podía asumir. Por ejemplo, frente al pago de horas extras nocturnas, los candidatos decían que esos serían acuerdos entre el gobierno, los sindicatos y los empresarios, pero las periodistas ripostaban:


“Pero el presidente Uribe ha sido enfático en mantener la flexibilidad laboral para mantener el aumento del empleo, los televidentes quieren saber si en concreto ¿los candidatos pagaría el recargo al trabajo nocturno?”.


Y los candidatos insistían en que esos serían acuerdos con los dirigentes gremiales… y las periodistas insistían en que el presidente Uribe lo hacía así entonces que cómo lo iban a hacer ellos.


FUERTE Vs. DEBIL


También se configuró al candidato “fuerte”, “capaz” de enfrentar a un “enemigo fuerte” como las Farc Vs. Un candidato “débil” (por reflexivo) incapaz de enfrentar al enemigo fuerte.

Lo paradójico de este axioma publicitario es que si la cacareada seguridad democrática hubiera tenido los resultados esperados: acabar con las Farc, es una contradicción que ocho años después de inyectarle la mayor parte del presupuesto nacional a resolver ese problema por la vía militar, las Farc sigan siendo el coco para asustar a los electores.


Así la campaña presidencial se realizó en clave de seguridad democrática perdiendo una oportunidad valiosa para debatir el modelo de desarrollo que necesita el país.


Pero si ésta breve aproximación al análisis del discurso electoral fuera cierto, la pregunta inicial aún queda sin resolver ¿Qué se hicieron los filósofos en los ocho años de gobierno Uribe?.


¿Dónde estaban los filósofos para develar el oxímoron que el periódico oficialista El Tiempo se inventó para llamar “falsos positivos” a lo que en realidad eran torturas y ejecuciones extrajudiciales realizadas por militares siguiendo órdenes presidenciales y ministeriales para elevar las cifras de eficiencia militar?

¿Dónde estaban los filósofos para recordar que el estado policivo que vigila ilegalmente e intercepta las comunicaciones de la oposición fue una práctica de las dictaduras militares?.

¿Dónde estaban los filósofos para develar el modelo socioeconómico de privilegios que se esconde detrás de un programa como Agro Ingreso Seguro?.


Y no faltará quien diga que no es función del filósofo hacer ese tipo de investigaciones, que para eso está el periodismo, pero yo opino al contrario, creo firmemente en que la filosofía política debe dar luces para interpretar esas situaciones históricas, contextualizarlas y ayudar a que la gente tome su propia posición.

Al final de esta reflexión me quedan varias preguntas en el tintero: ¿será que por todo lo expuesto el filósofo no tiene espacio en los medios masivos de comunicación?, ¿será que el instinto mesiánico del pueblo colombiano prefiere a alguien que lo manda a alguien que lo deje pensar y participar?, ¿será por eso que al votante le da miedo el mito del filósofo gobernante y por eso escogieron a Santos y no a Muckus?... Son algunas preguntas que me quedan, en busca de respuesta…


COLOFÓN


Como las preguntas (y acusaciones) quedaron tan abiertas para los demás, considero prudente consignar que mientras los hechos descritos sucedían, quien escribe publicaba en su blog opiniones y análisis de noticias y discursos para dar pistas de interpretación disponibles en www.felipechavez.tk con las etiquetas: caricatura, crítica, política. Un aporte virtual al análisis crítico.



[1] Ex asesor presidencial y director de la fundación Primero Colombia, además primo hermano de extinto narcotraficante Pablo Escobar Gaviria.

[2] http://elespectador.com/columna-210506-atado-y-bien-atado

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