EL PEOR INVENTO
Pá:
Quería hacer una lista de los mejores inventos
del ser humano. Me sorprende la
capacidad de las civilizaciones para inventarse cosas o resolver problemas. Hay inventos que produjeron cambios
históricos como el papiro, la imprenta o
el internet. Hay inventos que buscan
hacernos la vida más cómoda como el
sanitario, el vaso o el cuchillo. Otros para hacernos la vida más divertida
como el tambor o el lápiz y hay inventos que son evoluciones, rediseños o mejoras de inventos anteriores
como el láser, el automóvil o el teléfono celular.
Entonces pensé que una lista de los mejores
inventos sería inabarcable pues la vida cotidiana está llena de de pequeñas
creaciones maravillosas que cambian la vida de la gente, desde la vejiga de ovejo que sirve para
transportar agua en las sabanas africanas,
pasando por las finas agujas para sanar en Asia, hasta los megacomputadores para hacer
películas animadas.
Pero medir el grado de “bondad” que defina
cuán bueno es un invento para determinar cuál es el mejor; me resultó un intríngulis inacabable.
Así llegué a una lista de los peores inventos
de la humanidad, pues quizá sea más
fácil determinar la cantidad de “maldad” o consecuencias nocivas de algún
invento. Anoté las armas de fuego en
todos sus calibres, el dinero en todas
denominaciones, los partidos políticos y
las iglesias. Pero concluí que las iglesias son apenas la evolución de un
invento previo aún más nocivo: El alma.
El alma es un invento, yo nunca me la he visto,
ni me la he sentido ni creo que el dispositivo que siente en este organismo sea
el alma. En ese sentido el alma es
apenas un concepto inventado, una palabra para definir una dimensión indefinible del ser humano. Y en el peor de los casos, el alma es un invento para justificar una
relación con los dioses, es decir, en la peor de sus acepciones, el alma es el soplo de dios en cada uno de
los hombres, es la parte divina del
humano, es la trascendencia, es la inmortalidad.
Como te he dicho, no creo en el concepto del alma y esto me
libera de la idea de la fe, del paraíso,
del cielo e incluso de la misma idea de dios. Si existiera un dios, seguramente yo no tengo dentro de mí un
pedacito de él y así las cosas, él y yo no tenemos cómo comunicarnos, si dios existe no tenemos canal diplomático de comunicación.
Pero este no es un tratado de ateísmo ni de
rebeldía contra la fe o la religión.
Creo entender que el miedo a la inminencia de la muerte lleva a la gente
a creer que tiene algo dentro de sí que va a ir mas a allá de lo que su cuerpo
podrá andar y eso le da una esperanza de alargarse la vida en el más allá.
La negación de la muerte es el origen del
concepto del alma que algunos han sabido aprovechar para montar el rentable
negocio de la fe llamado iglesia.
Me parece increíble que en pleno siglo
XXI después de la revolución científica
y comunicativa, la gente siga buscando
caminos para encontrar el alma por fuera de las iglesias hegemónicas. Creo que este fenómeno es un desgaste del
ritual pues en el fondo la gente no cambia de fe sino de rituales, deciden salirse de la iglesia católica romana
para asistir a cultos de avivamiento simplemente porque sus rituales son más
animados, más enérgicos y su comunicación
entre miembros del culto es más cercana.
La fe de esta gente sigue igual: creen en un
dios creador, en la promesa de un más
allá idílico, en la salvación y el
pecado para regular su comportamiento;
pero cambian de templo y de ritual.
Pero más allá del próspero negocio de la fe y
sus magnates, el invento del alma ha
separado a la humanidad y ha servido como excusa para justificar políticamente
lo injustificable, el alma y sus
derivados ha sido el caballito de batalla de las guerras tanto en las cruzadas
como en la invasión a Afganistán cuando un presidente de los Estados Unidos
blanco y protestante llamaba a la guerra
a favor de su dios, en contra de los
impíos que no compartían su fe y así mismo,
un señor de barba justificaba sus
atentados para asesinar civiles anunciando la encarnación del mal que en aquél
presidente y la civilización occidental.
El invento es tan perverso que los aborígenes
americanos tardamos varios años para que el Vaticano nos otorgara el derecho a
tener alma y así llegáramos al estatus de ser humano. Así mismo en casi todos los momentos de
dominación colonial o invasión militar,
los pueblos oprimidos han sido considerados como seres sin alma o por lo
menos con una categoía de alma inferior o impura.
Además de perverso, el alma me parece un invento
innecesario, el alma solo les sirve a
los negociantes de la fe, los demás no
la necesitamos. Sin alma quedamos
liberados de la fe, de la existencia de
dios y sus negocios conexos. Alguien
diría que quedaríamos vacíos de sentido y seguramente tendrá razón, pero podríamos llenar ese vacío con más
humanidad, más solidaridad, más justicia
social y más amor por el otro.
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