entonces empiezo a pensar qué me hace falta por entregar
y veo que los días pasan como un zumbido
se calcan unos a otros hasta llegar a una delgada línea que se repite en un patrón indefinible
al frente estoy yo
con la sonrisa de siempre y el estómago revuelto en la contradicción
espero, aguanto, paso saliba
por fin decido hablar
y mis palabras destruyen lo poco que queda
soy como un dragoncito imaginario que al abrir la boca lanza un fuego
que no arraza
pero deja tiznado y humeante el lugar
como un ermitaño que traiciona su voto de silencio y destruye su caverna
debo no hablar, debo no hablar
es el mantra de mis últimos años
igual que al apretar un puñado de arena
cierro la boca y las palabras se deslizan por las comisuras
y mis palabras corroen
los vestigios de mi historia
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