En la función encontramos un grupo de actores llenos de ese entusiasmo juvenil y una espacial mística de grupo irradiada por el Daniel. En general personajes delineaditos, un poco tirados a la caricatura pero seguramente era una necesidad para llegar al tono del texto. Una puesta en escena clara con algunos riesgos en saltos de tiempo y actores con personajes múltiples de los que salen bien librados. En suma, una propuesta entretenida de la que el público sale sonriente.
Ver esta obra me sirvió para aclarar que este no es el tipo de teatro de mis preferencias, aunque está bien hecho, es claro y se encuentra con el público, yo no soy el público para este tipo de teatro. Pero si está bien hecho ¿qué es lo que no me gusta?...
No quiero caer en el maniqueismo de decir que hay un teatro comercial y un teatro de arte, creo en la tradicional división donde hay un buen teatro y otro que no lo es. Yo creo que este es buen teatro en el sentido de la coherencia de sus elementos, pero simplemente no me cala en mi gusto personal, no me toca fibras íntimas, no me alcanzo a identificar con sus conflictos ni sus personajes y salgo de la función sin muchas inquietudes.
Entonces entiendo que el teatro que me gusta suele dejarme algún malestar, alguna incomodidad, algunas dudas que me tardo mucho tiempo en desarrollar. No sé si tiene que ver con la duración de esas sensaciones... lo que sí voy aclarando es que el teatro que me gusta no me puede dejar ileso a la salida de la función.
Sobre este tema de mis gustos personales tendré que dar más vueltas... creo que las pregunta serán ¿Por qué me gusta lo que me gusta?, ¿Por qué me gusta el teatro que me gusta?, ¿Qué me gusta del teatro que me gusta?...
Amanecerá y veremos.
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