viernes, febrero 15, 2019

CARTA A JUAN DAVID, MI SOBRINO MÚSICO

Villavicencio,  febrero 16 de 2019

Amado sobrino:

Como sabes,  para celebrar mis cuarenta años tuve el privilegio de ir a dar una vuelta por México durante veinte días.

Aprendí y conocí mucho.  Llegué lleno de  sensaciones y recuerdos que me encantaría compartirte.

En primer lugar,  recordarte que yo decidí no interferir en tu carrera musical, decidí no ser ni un ejemplo ni un referente,  ni para bien ni para mal.  Decidí no darte cátedra de lo que deberías hacer a partir de mi experiencia. Mi proyecto teatral y tú nacieron al mismo tiempo, hace un poco más de veinte años.  Yo veía crecer mi grupo de teatro mientras te veía crecer y varias veces te usé como metáfora del crecimiento de esa idea,  mientras gateabas,  mientras aprendías a caminar y a hablar.  Pero a los doce años ese proyecto se transformó en muchas cosas que hago hoy en día,  entonces decidí no seguir viendo tu vida en paralelo a ese trabajo que tanto quise.

El arte es también una forma de vida que uno elige y si elegiste ese camino deberás andarlo y desandarlo con tus propios medios.  Yo anduve y sigo andando el mío y he perdido la senda tantas veces que no tengo palabras para indicarte el camino correcto,  simplemente porque no existe.  El único camino posible es el que tú haces con tu caminar; como dijo Machado  “Caminante no hay camino,  se hace camino al andar”.



Igualmente cuenta con todo mi apoyo técnico,  artístico y conceptual y la ayuda logística que necesites para hacer tus proyectos. La experiencia me ha enseñado un par de cosas que te pueden ser muy útiles para hacer tu carrera.  Cuando necesites mi ayuda,  allí estaré incondicionalmente, porque te amo incondicionalmente.

Cuando me fui a vivir mi pedacito de guerra al Amazonas,  mi padre me escribió una carta diciendo que quería redactar una lista de peligros de los que yo debía cuidarme: las pirañas,  un chuzo en un lago,  los remolinos en el río,  las armas de fuego y al final me decía que la lista era infinita y no podía hacer más que confiar en mi buen criterio para calcular el riesgo y protegerme.  Hoy te heredo esas palabras de tu abuelo: No puedo hacerte la infinita lista de los riesgos de la vida,  simplemente confiar en tu buen criterio para calcular los riesgos y autoprotegerte.

En segundo lugar,  hablarte de México:
Tehotihucán,  pirámide de la luna

La cultura mexicana es muy fuerte y diversa.  Tienen gran orgullo de su historia precolombina.  El pensamiento occidental nos intoxicó hasta hacernos creer que aquí la historia empezó ocho días antes de la llegada de los españoles, pero en Mesoamérica tienen ancestros de civilización desde 2.500 a.c.  es decir que fueron contemporáneos de los egipcios.  La civilización no sólo nació entre el Tigris y el Éufrates,  allá en Mesoamérica hubo varias civilizaciones antes de la llegada de los europeos; creo que ese elemento que Diana Uribe llama “continuidad histórica”  es determinante en la fuerza y sofisticación de la cultura mexicana.

Así como los colombianos aprendimos a amar con el cine, las novelas y las rancheras mexicanas y hoy lo seguimos haciendo con los corridos,  la norteña y la música de banda,  allá escuchan salsa colombiana.  La música es  un vaso comunicante entre estos dos países y en ella se siente el sentido de lo latinoamericano,  es como si más que el idioma español, la música fuera la identidad la latinoamericana.

En ese sentido,  la música tiene un gran poder de construir identidad.  Cada región reivindica una forma,  un ritmo,  unos instrumentos,  unas letras y en medio de todas esas particularidades aparece el lenguaje común de los sonidos y los ritmos,  la música es el gran lenguaje común de la humanidad.

No hay nadie que sea tan pobre como para no poder disfrutar alguna expresión de la música, cantando, silbando, tocando un tambor, por radio o en los escenarios más elitistas;  la música es el arte más popular y democrático.

Uno de los lugares más emblemáticos es la Plaza Garibaldi donde tríos, marimbas,  mariachis y  bandas tienen un listado de precios por canción o paquetes de varias canciones.  Es un ritual donde las familias mexicanas disfrutan su música mientras los turistas  se maravillan con la mezcla de sonidos en vivo.  Además de esa fiesta nocturna,  hay una cuadra llena de monumentos a sus músicos,  esculturas tamaño real de Javier Solís, José Alfredo,  Pedro Infante,  Juan Gabriel,  incluso  Manuel Esperón compositor de “Amorcito corazón”; es increíble cómo este país le hace una calle de esculturas a sus músicos populares.
Escultura homenaje a los músicos mexicanos

Algo parecido sucede en Xochimilco donde las familias contratan unas coloridas barquitas llamadas trajineras y mientras van compartiendo la comida contratan a los músicos que van en otras trajineras.  Es una fiesta musical sobre el agua.  Sobrecogedor.

Trajineras en Xochimilco

Mientras almorzábamos en la plaza de mercado o en algún restaurante,  siempre había música en vivo,  desde el que pasa con su guitarra recogiendo unas monedas hasta el que tiene su show portátil,  en todos los casos,   son músicos que con dignidad cobran su trabajo.

Con ellos caí en mi eterna inquietud sobre el papel social del artista  ¿Qué lugar ocupa el artista en la sociedad?  Ha sido una pregunta que me ha rondado durante años.  En la caverna el artista era cercano al chamán.  En el mundo antiguo el artista era un artesano que sabía un oficio,  como el carpintero o panadero.  En la edad media el artista era un bufón de las cortes o un juglar de la calle. Ya en el renacimiento los artistas se autoproclaman intelectuales,  dijeron que su trabajo no era manual sino intelectual  ¡Y les creyeron!  Entonces aparecieron los artistas iluminados por alguna mano divina.  Y ya en el mundo  contemporáneo el artista fue un obrero, un político,  un comediante o un show man,  el arte descendió y como lo predijo Warhol,  cualquiera pudo tener sus 15 minutos de fama.  La constante de todos esos periodos es que el artista es un desclazado,  un marginal,  el que no encaja,  un despreciado.  El artista vive la contradicción entre la admiración y la humillación.  Entre la euforia del público y la soledad.

Por eso te he dicho un par de veces que el “poeta maldito” y el “bohemio” son caricaturas del artista del siglo XIX.  Hoy un artista embriagado es un impostor. Un artista drogado es un farsante que traiciona su arte como un deportista dopado. Un artista sin autocontrol buscando inspiración en la psicodelia no es más que un diletante.

Con la avalancha de información en el siglo XXI,  el artista no tiene el reto de la originalidad sino la responsabilidad de la honestidad.  Es posible que en este mundo de disfraces,  artista es quien llega a ser auténtico,  a ser sí mismo, honestamente. 

En la Riviera Maya la música tiene múltiples escenarios, desde los espectáculos de las grandes discotecas donde por 80 dólares los turistas beben hasta caer,  pasando por la continua ambientación de la música en bares y restaurantes. Hasta los grandes conciertos en estadios y cruceros. Vi grupos tríos de rock,  música cubana,  reggae,  pop y hasta un quinteto de música andina boliviana y en la misma cuadra.  Es decir que hay toda una industria de la música.

Los hoteles con sus diferentes bares y restaurantes también son escenarios de buenas propuestas musicales mientras en las calles y las playas los músicos callejeros siguen cargando sus vihuelas,  contrabajos,  guitarras y acordeones y cambiando sus canciones por unas monedas.

Otro momento conmovedor fue el espectáculo Joya del Circo del Sol,  una experiencia gastronómica con entradas de 300 dólares.  Un lujo casi incómodo. Unos artistas profesionales de diferentes lugares del mundo que cada noche y durante años deben hacer el mismo show sin perder la emoción.  La paradoja de la creatividad en medio de la repetición.
Joya,  Circo del Sol

Y el momento culmen: “México espectacular”  un show con más de 200  artistas en el Parque Xcaret donde con teatro,  danza y música cuentan la historia de su pueblo.  Desde las danzas a los dioses hasta el folclor regional,  pasando por el mestizaje con la cultura hispana.  En el final un himno  llamado “Así se siente México en la piel” cantado a cinco voces,  con decenas de músicos y bailarines.   De repente entre el público empiezan a descender otros actores con las banderas de los países de  América y en el momento final entra un charro con la bandera mexicana montado en un hermoso caballo y tras él sueltan una bandada de guacamayas de todos los colores. Al sentir esa belleza indescriptible, me deshice en llanto.

Creo que lo que quería decirte con este arrume de palabras es que tú escogiste la profesión más hermosa del mundo,  el oficio de moldear los sonidos para darle forma a los sentimientos de la gente.  El oficio de crear las canciones con las que el público se enamorará y recordará algún momento de su vida.  Escogiste un oficio que trasciende el tiempo. Y ese privilegio que tienes de poder estudiar música,  te otorga una gran responsabilidad contigo mismo y con tu carrera.

Yo hubiera preferido que escogieras una carrera más sencilla,  más segura;  pero decidiste transitar el insondable camino del arte que te exige tener más disciplina que el militar,  más pasión que el médico,  más tesón que el ingeniero,  más estudio que el científico.  Tu materia prima es la emoción humana y tu herramienta es el sonido,  nunca será suficiente todo lo que estudies para lograr trabajar con materiales tan etéreos.

Toma de estas palabras lo que te sirva para seguir en tu camino y cuenta con mi mano y mi amor incondicional.

Tu tío que te adora.

Felipe Chávez G.


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