miércoles, diciembre 30, 2009

Modelos pedagógicos. Capítulo 7

CAPÍTULO 7
“LA HISTORIA DE LA PEDAGOGÍA COMO HISTORIA DE LA CULTURA”

Desde el año 1992 siendo un adolescente, inicié mi trabajo como líder social y cultural en barrios marginados de Bogotá. Lentamente me fui comprometiendo con procesos de formación social en arte y en política, como una forma de contribuir a los cambios sociales que el país necesitaba. Desde ese tiempo me la he pasado en procesos de educación popular.

Por eso en 1999 decidí estudiar una licenciatura que me ayudara a comprender cómo se enseña y cómo se aprende. En el año 2006 ingresé a la educación formal en un el Liceo cultural Luis Enrique Osorio de Bogotá y en el 2007 llegué al colegio Espíritu Santo en Villavicencio.

Ese salto a la educación formal me generó grandes inquietudes pues en mi trabajo como gestor sociocultural siempre vi a la escuela formal como el origen de la ignorancia, pues en los proyectos en los que trabajaba conocí comunidades que llegaban con una nula formación estética, con poca cultura general y con información totalmente mediática sobre el arte y la cultura. Yo suponía una estrategia de desinformación deliberada dentro del sistema educativo al que le echaba las responsabilidades de lo que yo consideraba una gran ignorancia.

Pero cuando entré a trabajar en la educación formal descubrí las limitaciones que tiene la escuela para ofrecer una formación estética mas elaborada.

Identifiqué tres limitaciones concretas:

a. La educación formal debe preparar estudiantes “competentes” para presentar pruebas de desempeño que den cuenta del rendimiento, lo que otorga prestigio y clientes a las instituciones. Prueba de ello es el afán desmedido de los colegios privado por demostrar los mejores resultados en la pruebas Saber e Icfes para asegurar publicidad y clientes.

b. La idea campeante de que el arte y la cultura son accesorios irrelevantes frente a la urgencia de la productividad empresarial que deben tener los estudiantes. Esta idea se desprende de la ideología capitalista donde se valoran las cosas por sus transacciones monetarias.

c. La falta de formación cultural en las facultades de educación que se traducen en docentes con muy baja formación estética. El historiador Jorge Orlando Melo exdirector de la biblioteca Luis Angel Arango decía en un texto de la revista El Malpensante que las facultades de ingeniería, medicina y derecho tienen a los estudiantes con mejores resultados en el Icfes, mientras las facultades de educación reciben a los bachilleres con resultados mas bajos, es decir que la siguiente generación de estudiantes, tendrá profesores peor preparados y la subsiguiente generación sufrirá el mismo fenómeno pero multiplicado exponencialmente.

Con esos tres elementos empecé a comprender por qué un bachiller colombiano promedio difícilmente conoce las vanguardias literarias francesas, o ha disfrutado las obras de Caravaggio, o cree que la poesía consiste en rimar palabras, o nunca ha visto una obra de teatro y menos una película no producida en Hollywood; situaciones tristes de las que insisto, yo responsabilizaba a la educación formal.

Obviamente mi noción de cultura estaba asociada a las artes y a las expresiones artístico culturas según los lineamientos de la Ley general de cultura y los lineamientos de políticas culturales en las que trabajé durante tantos años, pero según mi interpretación de ese entonces; la escuela solo reproducía caricaturas de los folclorismos regionales.

Como decía, la experiencia en la educación formal me ha hecho consiente de las limitaciones y los objetivos reales de la educación formal. Y sobre todo me amplió la noción de cultura. Ese descubrimiento fue conmovedor:

Pasaba por un corredor del colegio y por una ventana vi un instante de una clase donde una profesora pacientemente explicaba en el tablero el orden de los planetas del sistema solar, mientras los niños repetían en ingles los nombres de dichos planetas. Sentí como un viaje en el tiempo a mis estudios de primaria y ahí estaba yo repitiendo de memoria el orden de los planetas.

Imaginé que mi padre cuando niño también habría recitado la misma letanía y así concluí que al fin y al cabo la cultura es una dimensión humana tan amplia que la educación formal no la alcanza a abarcar. Que la escuela es la institución por excelencia de la supervivencia de la cultura, pero una cultura entendida como una cosmovisión, como un conjunto de saberes y creencias de un pueblo que no se reduce a las expresiones artisticoculturales.

Así el debate entre creacionistas y evolucionistas, es heredado por la escuela a las nuevas generaciones. Las explicaciones sobre los cambios de la materia, la transformación de la energía o la reproducción celular, dejan de ser urgentes debates científicos, para ser meras nociones culturales que la escuela se encarga de heredar a la siguiente generación.

Días después asistí a una conferencia con una comunidad Huitoto quienes nos hablaron de su cosmovisión y sus tradiciones. Cuenta el jitoma que cuando el niño cumple siete años debe acompañar a los mayores a pescar y a cazar para aprender las técnicas del oficio. Por la tardes debe asistir a la maloca a escuchar hablar a los viejos hasta la madrugada, mientras los adultos mambean coca y recrean la palabra. Muchos no resisten tantas horas, durante tantos años. Pero es ahí, alrededor de la palabra, que también se canta y se baila, donde toda la sabiduría ancestral pasa de generación en generación.

Al contrastar esas dos sociedades, una oral y otra escrita, una con escuela formal y otra con la comunidad como espacio de aprendizaje, entendí que la escuela es una institución contingente de la sociedad, es decir, puede existir o no; pero alguien debe cumplir la tarea de heredar los conocimientos del grupo social.

Encontré así una nueva interpretación de la escuela como institución que preserva la cultura y lo conecté con ese sentimiento de admiración por la escolástica que en la edad media preservó los textos y pensamientos del mundo antiguo. Seguramente sin esa institución contingente se hubiera perdido mucha información que hoy en día hace parte de nuestra cultura.

Para mí fue como descubrir que el agua moja: la escuela es transmisora de cultura y la cultura también abarca la cosmovisión de una sociedad.

Ese hallazgo me tranquilizó al verme como un gestor sociocultural pero dentro de la escuela y así me motivé a desarrollar otros proyectos pedagógicos donde creo que puedo acercar a los estudiantes a la sensibilidad estética y al pensamiento creativo.

Con los elementos esbozados, he intentado hacer un acercamiento muy personal de la historia de la pedagogía como historia de la cultura.

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