Lista Nro. 8: 31 síntomas de mi envejecimiento
Envejecer no es sentarse a esperar que pase el tiempo. Uno empieza a envejecer a los 25 años cuando la curva del crecimiento físico, intelectual y moral llega a su pico mas alto, después de los 25 todo va para abajo y parece ser que la tarea consiste en hacer que la caída sea menos pendiente.
Envejecer no es fácil, implica resistir una serie de síntomas físicos, emocionales y especialmente ideológicos, uno se empieza a retractar de lo que dijo, a arrepentir de lo que hizo y especialmente de lo que dejó de hacer. La vejez es cuando uno deja de hacer lo que hizo de niño o de joven y en el peor de los casos, cuando empieza a parecerse a lo que tanto detestaba de los viejos unos años antes.
Así como pasé de la niñez a la adultez sin pasar por la adolescencia, ahora estoy pasando de la adultez a la ancianidad sin pasar por la madurez.
A continuación una lista de los síntomas que anuncian mi envejecimiento que ya me tiene al límite de la senectud y la decrepitez.
1. Ya no puedo comer tanto dulce como antes, ya no puedo con una Lechera ni con una barra de chocolate porque me hastío y me mareo.
2. Dejé de hacer ejercicio físico y ya no aguanto diez minutos de trote.
3. Cuando niño el agua de los ríos, lagos, mares y piscinas me atraía irresistiblemente, pero ahora puedo ver una piscina y no entrar en ella.
4. Me he vuelto más frágil, ya me dio vértigo y la médica dijo que era un desajuste en el oído, que debería cuidarme de los movimientos bruscos y de la "gotica de agua en el oído”, tal vez por eso dejé de nadar.
5. Dejé de creer en casi todo lo que antes defendía con vehemencia.
6. Empecé a hablar de “los jóvenes” en tercera persona. Antes los jóvenes éramos “nosotros”, ahora los jóvenes son “ellos”.
7. Mis alumnos me dicen “cucho”.
8. Ya no me enredo la cabeza intentado entender a las mujeres.
9. Me volvía dicto a la prensa, como mi papá, aunque él la lee en papel y yo en internet, leo a diario columnistas de derecha e izquierda y les sigo la pista a sus argumentos y contradicciones.
10. Aunque con dificultad, he logrado lo imposible: puedo dormirme temprano y madrugar.
11. He aprendido a callar y a escuchar, antes hablaba hasta por los codos, ahora permanezco mucho tiempo en silencio escuchando mi voz interior y cuando venzo la pereza, me dedico a escribir. (Lo que me lleva a concluir que es mas productivo el silencio).
12. Lo que conocí como música juvenil ahora es reverenciado como un clásico. Lo que ahora es la música juvenil me parece vacío y sin sentido como se lo escuchaba decir a mis mayores cuando yo era joven. Fundamentalmente ya no me identifico con la música juvenil, el tropipop me parece baboso y el reggaetón, pendejo.
13. Abandoné esa corte de amigas a las que cultivé durante tantos años, dejé de llamarlas, de consentirlas, de coquetearles, de mimarlas… esas amigas que en algún momento fueron un gran patrimonio afectivo, ahora son solo un recuerdo virtual.
14. Ya no me siento parte de un combo, de un movimiento, de una asociación, ni de un sector, ahora solo soy un solitario adulto en etapa productiva, un asalariado, un contribuyente.
15. Tengo panza, perdí mi abdomen de chocolatina y ahora soy un panzón gafufo.
16. Me volví fiel (en serio) como lo dijo el sabio filósofo Ricardo Arjona, comprendí que hombre no es el que tiene muchas mujeres sino el que tiene una y la mantiene contenta.
17. Puedo quedarme encerrado un fin de semana en la casa sin necesidad de salir a ver cómo anda el mundo. Para eso tengo la TV con cable y el internet.
18. Ahora puedo conocer mujeres sin necesidad de imaginármelas sexualmente.
19. No puedo pasar un día completo sin bañarme. Cuando niño dejar pasar un día sin entrar a la ducha era un grito de libertad, ahora es de incomodidad y aunque sea festivo debo bañarme antes del almuerzo.
20. Tengo un horario semanal y me gusta cumplírmelo: un tiempo para arreglar la casa, un tiempo para la lectura, un tiempo para la pereza, un tiempo para el amor. Unos años antes todas las actividades estaban supeditadas al trabajo, a la creación.
21. Por fin entendí que a las mujeres les gusta la ternura.
22. Abandoné a mis amigos, a mis colegas, a mis hermanos de travesía, me alejé a vivir al monte y no los llamo ni a saludarlos, aunque siguen habitando mis recuerdos.
23. Empecé a ahorrar para adquirir una deuda hipotecaria (Y creo firmemente que algún día la pagaré).
24. Desarrollé un extraño instinto de supervivencia y seguridad: dejé de arriesgarme, de aventurar, de atreverme. Antes me tiraba al vacío para alcanzar mis objetivos, casi sin pensar, ahora avanzo cuando tengo el paso asegurado.
25. Me he vuelto muy radical, casi nada me gusta pero lo poco que me gusta, me gusta mucho.
26. Siento que viví una larga vida y que ahora solo vivo recordando.
27. Soy un cositero doméstico: las ollas no se pueden mezclar con los platos o los vasos en el lavaplatos, la ropa se pone planchada, se barre de afuera hacia adentro, se lee con la luz prendida y se apagan las luces que no se usan. Cada oficio de la casa tiene una forma única de hacerse.
28. Mi olfato se afinó, ahora discrimina olores que antes solo percibía mi mamá, especialmente los asociados a la suciedad, el moho, el guardado, que antes me eran imperceptibles, ahora los puedo identificar de un solo narizazo.
29. Aprendí a pagar oportunamente. Antes podía aplazar las deudas, sabía que el banco no se acabaría si yo no pagaba, pero ahora pago en la fecha adecuada.
30. Me da pereza quedarme por fuera de la casa, realmente ya no cambio mi cama por el sofá de la casa de un amigo, ni por un sleeping en una carpa, ni siquiera por un buen cuarto en un hotel, mi cama es mi cama (especialmente por la compañía).
31. Y fundamentalmente me siento anciano porque me formularon gafas para poder trabajar en el computador y para ver televisión.
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