sábado, marzo 12, 2011

Amar a morir, una historia traqueta en cuatro actos


Título: Amar a morir
Director: Fernando Lebrija
¿Cuándo la ví?: Septiembre de 2010
 ACTO 1
Amar a morir empieza bien,  con una secuencia casi televisiva de la rumba de los millonarios de ciudad de México. 
Para celebrar la decadencia de la cocaína y la infidelidad de su prometida, Alejandro (José María de Tavira) sale ebrio con sus amigos conduciendo el carro por la autopista hasta que atropella y mata a un transeúnte.  “A nadie le va a importar,  es un pinche indio”  le dicen sus amigos antes de dejarlo solo con el cadáver.
Desde ahí la historia empieza a trastabillar por un personaje que no logra desarrollar el conflicto artificioso de su vacío existencial, donde el mundo de comodidad en el que ha vivido deja de tener sentido cuando su padre intenta pagar un soborno para que la familia del difunto no lo demande.
ACTO 2
Alejandro se va sin rumbo hasta llegar a Ocelotitlán, un pueblo costero donde nadie lo conoce y con la primera mirada queda prendado de la pueblerina  Rosa interpretada por la colombiana Martina García.  La película se convierte en el idilio  telenovelesco del millonario haciéndose pasar por pobre para enamorar a la tierna-sexy niña del pueblo,  con miraditas picaronas y la infaltable primera vez desnudos en la playa con el rojo del atardecer pintando el mar.

ACTO 3
Pero la trama no está completa hasta que  aparece el novio de la pueblerina,  nada menos que  Tigre, el narco de la región,  amado, respetado y temido por toda la población.
Ahora la historia muestra las caricaturas del narcotraficante mexicano,  con su mansión,  su cojera y Tiburón, su capataz con un ojo de vidrio.
Todo es inverosímil,  Tigre invita a cenar al “pretendiente de su mujer”,  lo trata amablemente y le da un día para “largarse de su territorio”.
Pero el joven enamorado no hace caso,  tal vez porque su amor (a primera vista)  es muy grande, o porque no tiene ninguna razón para regresar a la ciudad, o simplemente porque es un suicida;  el personaje no logra aclarar tanto vacío argumental.
Mientras tanto,  Martina García intenta representar el trillado personaje de la niña inocente que no tuvo más opción que ser la mujer del traqueto.  En este caso Tigre  le lleva muchos años y estuvo enamorado de la madre de Rosa a quien mató por haberlo rechazado y por eso crió a Rosa como una hija-amante.  Todo un dramonón de novela de televisa.
Entre tanto la historia se hace mas truculenta: el padre de Alejadro Vizcaíno mueve sus influencias con un senador al que había financiado la campaña,  el senador  está conectado con el narco, que a su vez mueve la corrupción de los militares que le prestan aviones para fumigar sus cultivos;  pero no es una radiografía del narcotráfico latinoamericano,  es una sucesión de lugares comunes y caricaturas epidérmicas de la cultura traqueta.
Además el narco imparte justicia en la región,  es capaz de ordenar la muerte de un militar por haber violado a una joven del pueblo.
ACTO 4
La película no podía terminas peor,  después de unos día de romance secreto,  Alejandro y Rosa deciden escapar juntos de las garras del narco.  Empieza una persecución en camionetas más chistosa que emocionante hasta  que Tigre con todos sus guardaespaldas logran encerrarlos.   
Los tortolitos sonríen, se declaran amor eterno y toman la fatal decisión: aceleran y se van de frente contra los hombres armados y empieza una balacera en cámara lenta donde Tigre ve cómo le roban a su mujer, los escoltas disparan excesivamente,  la sangre corre y los cadáveres de los enamorados quedan sonriendo y tomados de la mano.
Con todos esos elementos atiborrados,  con esas variaciones de iluminación y ritmo y especialmente por la levedad de los personajes,  Amar a morir no fue un aporte significativo para la carrera actoral de Martina García,  será en otra ocasión cuando los complejos problemas latinoamericanos no aparezcan como escenografías de cartón para un melodrama tan artificioso.

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